Si te dijera que la mayoría de las veces sabemos lo que tenemos que hacer para resolver nuestros problemas pero, aun así, los evitamos, ¿te sentirías identificado? No te preocupes, no eres el único. De hecho, evitar nuestros problemas es una estrategia bastante común, aunque no muy efectiva. Pero, ¿por qué lo hacemos?
El evitamiento es una respuesta natural de nuestro cerebro, que intenta mantenernos a salvo de situaciones incómodas, dolorosas o estresantes. En el corto plazo, puede sentirse como un alivio; ignorar el problema por un rato nos da una pausa mental. Pero, a largo plazo, evitar los problemas solo los agrava. Es como barrer el polvo bajo la alfombra: tarde o temprano, el cúmulo será demasiado grande para ignorarlo.
Las 3 Razones Más Comunes Por Las Que Evitamos Enfrentar Nuestros Problemas
- Miedo al fracaso o al rechazo
- Nos aterra la posibilidad de fracasar si intentamos resolver el problema, o peor, enfrentarnos a que tal vez no haya una solución sencilla. El miedo al rechazo o a no ser lo suficientemente buenos nos paraliza.
- Sensación de agobio
- A veces, el problema parece tan grande o complejo que no sabemos por dónde empezar. Esa sensación de no tener control nos empuja a procrastinar o distraernos con otras cosas.
- Hábitos de evitación aprendidos
- En muchos casos, hemos aprendido a lo largo de nuestra vida que ignorar los problemas es más fácil que enfrentarlos. Es un patrón que repetimos sin cuestionar, pensando que, si lo evitamos lo suficiente, el problema se resolverá solo. (Spoiler: no lo hará).
Cómo Dejar de Evitar y Empezar a Enfrentar Tus Problemas
Aquí es donde se pone interesante. Enfrentar los problemas no significa resolverlos todos de una vez, pero sí requiere un cambio de mentalidad y acción. Aquí te dejo tres pasos prácticos para dejar de esquivar esos problemas que están deteniendo tu progreso:
- Divide el problema en partes más pequeñas
- El agobio suele venir porque vemos el problema como un todo gigante. En lugar de intentar resolverlo todo a la vez, divídelo en tareas pequeñas y manejables. Por ejemplo, si el problema es una deuda financiera, empieza por entender tu situación actual. Luego, haz un plan básico de pagos. Cada pequeño paso cuenta.
- Cambia tu enfoque hacia el proceso, no el resultado
- En lugar de enfocarte en el miedo a no lograrlo, concéntrate en el proceso de ir solucionando poco a poco. Valora el progreso, no solo el resultado final. Esto reduce la presión y te permite ver que el avance, aunque sea pequeño, sigue siendo avance.
- Hazlo incómodo, pero no imposible
- No te engañes: enfrentar tus problemas no será siempre placentero. Pero si haces el proceso ligeramente incómodo (en lugar de abrumador), empezarás a desactivar esa tendencia a evitar. Por ejemplo, si te cuesta hablar de algo que te preocupa, empieza con una conversación corta, sin profundizar demasiado, y poco a poco aumentarás tu tolerancia a la incomodidad.
Ejercicio Práctico: Enfrenta un Problema Hoy
- Identifica un problema que has estado evitando. Escríbelo en una hoja de papel o en una nota en tu móvil.
- Divide ese problema en tres partes más pequeñas. Solo tres. No necesitas resolverlo de inmediato, pero este paso te ayudará a sentir que tienes un punto de partida.
- Da el primer paso hoy. Haz algo pequeño pero significativo hacia la solución. Tal vez sea hacer una llamada, escribir un email, o simplemente planear el siguiente paso.
El alivio de enfrentar un problema es inmediato. No importa lo pequeño que sea el paso que des, lo importante es que hayas empezado. Eso ya es una victoria.
Cuanto más evitas, más te atrapas. Pero cuanto más enfrentas, más libre te vuelves.
La próxima vez que sientas que estás esquivando un problema, recuerda que, aunque el miedo a enfrentarlo es natural, la recompensa por hacerlo siempre vale la pena. Enfrentar lo que te asusta es el primer paso hacia una vida más plena y sin cargas.
