Vivimos en un mundo donde hablar es fácil. Hay muchas opiniones, consejos, comentarios y respuestas rápidas, pero pocas veces nos detenemos a escuchar de verdad. La diferencia entre oír y escuchar es enorme. Oír es automático; escuchamos sonidos a nuestro alrededor todo el tiempo. Pero escuchar es otra cosa: es prestar atención con intención, es estar presente y hacer que la otra persona sienta que lo que dice importa.
¿Te has dado cuenta de lo poco común que es sentirse realmente escuchad@? A veces, durante una conversación, estamos tan ocupad@s pensando en lo que vamos a responder que olvidamos lo más importante: estar ahí, escuchar sin juzgar y sin adelantarnos. Cuando alguien se siente escuchad@ de verdad, la conexión es diferente. Las palabras cobra más sentido, y la empatía crece.
Escuchar es una habilidad que nos permite conectar con las personas que nos rodean. Nos ayuda a construir relaciones más fuertes, a resolver malentendidos y a demostrar a las personas que nos importan. Y sí, escuchar bien también nos ayuda a entender mejor lo que necesitamos, porque al practicar la escucha activa con los demás, aprendemos a aplicarla a nosotr@s mism@s.
Pero, ¿cómo podemos escuchar mejor? Se trata de estar sin prisa, de dejar el móvil a un lado, de mirar a los ojos y de abrirnos a lo que la otra persona está compartiendo. Hacer preguntas, mostrar interés sincero y dejar de lado la necesidad de dar una respuesta rápida son pasos que ayudan a crear un espacio de confianza.
Cuando recibimos información, pero los más importante es que compartimos un momento de conexión, un momento en el que la otra persona se siente comprendida y validada. Y esa es una de las cosas más valiosas que podemos ofrecer.