¿Te pasa que siempre sientes que tienes que ser la fuerte? La que lo resuelve todo, la que nunca se derrumba, la que está ahí para tod@s. Es agotador, ¿verdad? Y, sin embargo, te cuesta soltar esa idea, porque ser fuerte parece ser parte de tu identidad.
Pero aquí está la verdad: ser fuerte no significa cargar con todo ni aguantarlo todo. Ser fuerte también es pedir ayuda, admitir que necesitas un respiro y darte permiso de no serlo todo para tod@s.
Muchas veces, nos ponemos esa etiqueta de “la fuerte” porque pensamos que es lo que los demás esperan de nosotras. O tal vez porque tenemos miedo de mostrar vulnerabilidad, de que alguien nos vea “débiles”. Pero ser vulnerable no te hace menos fuerte; al contrario, es una señal de valentía y autenticidad.
La fortaleza no está en cuánto puedes soportar, sino en reconocer tus límites. Está en saber cuándo necesitas descansar, cuándo soltar y cuándo decir “esto no puedo hacerlo sola”. Porque nadie puede con todo, y no tienes que demostrar nada a nadie.
¿Qué puedes hacer cuando el peso de ser la fuerte es demasiado?
- Dale espacio a tus emociones
No tienes que ser siempre la que tiene todo bajo control. Permítete sentir, llorar, descansar, lo que necesites para liberar esa carga emocional. - Comparte tu carga
Hablar con alguien de confianza, pedir apoyo o simplemente expresar cómo te sientes puede aliviar mucho más de lo que imaginas. - Rompe con la idea de la perfección
No eres menos valiosa porque tengas días malos o porque necesites ayuda. Ser fuerte no es hacerlo todo bien, es seguir adelante incluso en los días difíciles.
Ser fuerte no es cargar con todo, es saber cuándo parar, cuándo soltar y cuándo elegirte a ti misma.