Hay días en los que el peso de todo parece demasiado. La casa, el trabajo, la familia, las expectativas… Es como si estuvieras corriendo sin llegar a ningún lado. Y, en medio de ese caos, surge ese pensamiento silencioso pero poderoso: “No soy suficiente.”
Es duro sentir eso, ¿verdad? Pero déjame recordarte algo: tú no eres tus pendientes ni tus logros. No eres más o menos valiosa porque la lista de tareas quede sin tachar o porque algo no salga perfecto. Eres suficiente simplemente por ser tú.
La sensación de no ser suficiente suele venir de querer cumplir con todo y con tod@s. Pero esa carrera constante solo te aleja de ti mism@. ¿Cuándo fue la última vez que te diste permiso de parar? No para hacer más, sino para reconocerte todo lo que ya eres y haces.
Sentirse desbordad@ no significa que estés fallando, significa que llevas demasiado tiempo priorizando todo menos a ti mism@. Está bien soltar, está bien pedir ayuda, está bien no poder con todo. Porque nadie puede, y eso no te hace menos.
Mírate con los mismos ojos con los que ves a quienes amas: con compasión, con orgullo y con paciencia. Eres suficiente. Siempre lo has sido.